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La
implementación del manejo de plagas desde una perspectiva
amplia tiene ya una larga trayectoria, desde que los
entomólogos descubrieron la generación de resistencia a
insecticidas en los inicios de la década de 1950. A partir
de allí mucho camino se ha recorrido y mucho conocimiento
se ha generado con el fin de conocer los factores de
mortalidad y la dinámica de los enemigos naturales en
relación con el clima y el manejo del cultivo. El
desarrollo simultáneo de las técnicas de muestreo y la
ampliación de los conceptos de umbrales han permitido
contar en la actualidad con un cuerpo de técnicas que
permiten utilizar a los insecticidas con mayor racionalidad.
El
basamento teórico del Manejo Integrado de Plagas (MIP) ha
intentado expandirse hacia el manejo integrado de las otras
adversidades (malezas y patógenos) aunque en estos últimos
casos, la realidad demuestra que su implementación está
aún en su infancia, por varias razones.
En
el caso de las malezas, las funciones de pérdida basadas en
la densidad muestran que la variabilidad aumenta al decrecer
la densidad, ya que al disminuir la misma, otros factores
ejercen su influencia sobre la variable dependiente (el
rendimiento) y por lo tanto se incrementa la variabilidad
atribuida al primer factor (la densidad de la maleza). El
aumento de variabilidad en el rango de densidades bajas, las
cuales corresponden en general al rango del umbral de
tratamiento, aumenta el nivel de incertidumbre (riesgo).
Este hecho, asociado a la disminución del costo de los
herbicidas, además de la ausencia de conocimientos
aplicables para todas las situaciones que determinan la
interacción maleza-cultivo, constituyen algunas de las
razones, sino todas, de la baja o nula aplicación de las
técnicas basadas en el enfoque de manejo integrado.
Las
diferencias climáticas pueden explicar en gran medida, en
conjunto con las diferencias de suelo y del material
genético del cultivo, las variaciones que se observan entre
un sitio y otro. Lo que no está totalmente dilucidado es el
proceso específico que regula la interacción plaga-cultivo
y la influencia de las variaciones del ambiente mencionado.
Un listado preliminar de los procesos que regulan el tamaño
de una población (insecto o maleza) sugiere que los mismos
operan con diferente intensidad según la escala de que se
trate. Para citar un ejemplo, las propiedades básicas del
suelo relacionadas con el material geológico que le dio
origen presentan variaciones espaciales del orden de los 10
km y en un periodo superior a los 1.000 años, es decir en
escalas muy grandes. Los factores bióticos, por otra parte,
como es el caso de los patógenos por ejemplo, presentan
variaciones relativamente pequeñas (cm y minutos). Para
ilustrar este concepto, apelaremos a uno de los datos que
poseemos en relación con la variabilidad temporal y
espacial que exhibe "Pasto cuaresma "en un
experimento de largo plazo (Figura 1)
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Figura
1: Variaciones temporales (1998 y 2001) y
espaciales de la abundancia de Pasto Cuaresma en
parcelas de 0.6 has con diferente presión de selección
de glifosato (Soja de 1ª) |
De
lo expuesto, surge una cuestión fundamental: la
investigación en la nueva etapa requiere de la comprensión
de la distribución espacial y temporal de las plagas y del
estudio de sus factores de regulación en una escala más
pequeña, en donde ocurren variaciones significativas del
rendimiento del cultivo.
En
este sentido, ya se está planteando que la sigla MIP (IPM
en inglés) debe dar paso a la sigla EBPM (Ecological Based
Pest Management), aun sin equivalente castellano, y que
descansa en la manipulación de los procesos de regulación
naturales que exhiben las plagas de manera de minimizar el
uso de insecticidas. La lectura de esta explicación no
resulta suficiente para comprender la diferencia del
término, sino fuese porque ya existen evidencias que los
procesos de regulación son complejos y en general
impredecibles, especialmente en sistemas con baja capacidad
"buffer". Esta capacidad "buffer" se
presume que es máxima en sistemas de cultivo que exhiben
una diversidad de especies en varios niveles tróficos y en
donde se establecen varias redes de alimentación,
permitiendo una alta resiliencia y baja variabilidad
temporal. Ya existe evidencia que los sistemas más diversos
tienen en general menos problemas de plagas, al menos luego
de su estabilización.
Si
el fenómeno descripto se confirma, se puede postular que la
capacidad "buffer" de nuestros agroecosistemas,
fuertemente "simplificados" y basados en
monoculturas, es baja, y por lo tanto las plagas (en un
sentido amplio) no sólo pueden incrementarse, sino que
exhibirán gran variabilidad lo cual incrementará,
consecuentemente, serios problemas de muestreo. El
rendimiento, consecuentemente también exhibirá elevada
variabilidad. Todo ello se traducirá en definitiva, en un
aumento del riesgo.
Se
pueden plantear por lo tanto dos aproximaciones filosóficas
para esta nueva etapa:
1)
Continuar con el enfoque reduccionista, basado en la
determinación de las variaciones y de las interacciones de
las variables que regulan a la población, con la esperanza
de que su identificación permita predecir la dinámica de
las poblaciones y de esa manera el desarrollo de
"recetas" de manejo.
2)
Aumentar la visión del problema y basarlo en el estudio de
los patrones generales de variación y funcionamiento de las
comunidades y poblaciones, en respuesta a las manipulaciones
generales (secuencia de cultivos, herbicidas, rotaciones y
barbechos).
En
las actuales circunstancias, adhiero a esta segunda
aproximación, porque la experiencia demuestra que los
estudios básicos aún no tienen la suficiente envergadura
como para brindar herramientas útiles que permitan su
aplicación a la escala necesaria para el lote o el campo en
cuestión. La disminución del costo de los herbicidas e
insecticidas y la aparente "simplificación" de
las estrategias de control han creado además un escenario
aún más crítico que atenta contra el desarrollo de
conocimientos básicos, los que no sólo deben continuar
sino que debe incrementarse sustancialmente.
Los
técnicos, extensionistas y asesores de producción que
hacen uso de los conceptos generados en la década del
setenta, basados solamente en la aplicación de un número
simple (el "umbral") acompañado de una somera
determinación de los enemigos naturales, deben aumentar en
las actuales circunstancias su visión y solicitar y apoyar
la generación de conocimiento que permita pasar de la
"prescripción" al "manejo". Esta
palabra, agregada de otra también remanida
("integrado") tiene una sustentación con
tendencia decreciente, si observamos cuánto se ha
"simplificado" el manejo de los sistemas de
producción que dominan la actualidad en el área pampeana
central. Las decisiones enfatizan algunos pocos aspectos
-relevantes por cierto- como son la selección del cultivar,
la fecha de siembra o la fertilización. El tema de
maquinaria se ha reducido considerablemente como
consecuencia del no laboreo. El manejo de plagas se
concentra en unos pocos productos y el control de malezas,
tanto en el barbecho como en el ciclo de los cultivos se
logra con eficacia con dos o tres herbicidas. Los bajos
precios de los insumos para el control de plagas y malezas y
los valores de los granos en el mercado hacen una fuerte
presión para que el sistema se simplifique aún más:
varios millones de hectáreas detentan ya monocultura de
soja continua.
Los
investigadores deben estrechar filas con los asesores y
extensionistas para difundir, propagar, convencer y
profundizar el concepto de manejo en su nueva concepción,
porque existen evidencias que los sistemas agropecuarios
requieren de un enfoque sistémico que incluya el largo
plazo: la aparición de nuevas enfermedades, la resurgencia
de plagas secundarias y la creciente difusión de malezas
tolerantes son ejemplos concretos que demuestran que los
sistemas de producción no son simples. Mientras el
conocimiento básico avanza, el mejor remedio para evitar
males en el corto y mediano plazo es la aplicación de
conceptos ya conocidos, pero reforzados con nuevos
conocimientos (obtenidos precisamente bajo el enfoque de
sistemas) y echando mano de las nuevas tecnologías que
permiten tomar datos a un costo muy bajo y con una calidad
impensable hace pocas décadas atrás.
En
este sentido, la utilización de las tecnologías de
agricultura de precisión, específicamente la relacionada
con la construcción de mapas de rendimiento y la puesta en
marcha de estaciones meteorológicas en red constituyen a mi
entender elementos sustantivos para progresar en el enfoque
sistémico.
En
el primer caso, ya es conocido que el promedio de
rendimiento de un campo no dice nada acerca de la
variabilidad del mismo. El conocimiento de esa variabilidad
permite determinar con precisión el sitio asociado y
consecuentemente brinda elementos concretos que permitan
explicarlo.
En
el segundo caso, la disponibilidad de información de las
variables climáticas que afectan tanto el éxito del
cultivo como las operaciones de siembra y cosecha o la
dinámica de las poblaciones de plagas, es crucial. No
parece ser sin embargo un asunto importante en la agenda
generalizada de tantos encuentros científicos y técnicos.
Siendo el clima un elemento central en cultivos extensivos
de secano no se comprende cómo es posible que no se
disponga aún de una extensa red de puntos de información
meteorológica, única forma de construir mapas que utilizan
sofisticados programas de información geográfica y varias
herramientas matemáticas, algoritmos y funciones para
calcular las áreas pero que están basados, hasta el
momento, en una cantidad de puntos paupérrima. Deberíamos,
nuevamente, retomar la experiencia de los excelentes
sistemas de información meteorológica (temperatura y la
lluvia diaria) basados en la toma artesanal de datos en cada
una de las estaciones (aproximadamente 1.000) que
constituían la red ferroviaria de la pampa húmeda y
semiárida. La datística no tenía un fin altruista, sino
que permitía organizar las logística de trenes que
transportaban cereales, el negocio de esas empresas.
Existe
un cuerpo de conocimiento robusto acerca de los efectos que
tienen los factores climáticos y los requerimientos
necesarios para que las formas de propagación y resistencia
inicien o reanuden su crecimiento y colonicen, invadan y se
desarrollen en el ambiente del cultivo, causando daños
tanto en su crecimiento y desarrollo como en su rendimiento.
Aunque hay otros, y son complementarios, los factores clave
que afectan a estos procesos son la temperatura y la
humedad, tanto del aire como del suelo.
Existen
ya ejemplos de servicios de alarma y de predicción de la
dinámica de la evolución de adversidades, tanto en
agroecosistemas extensivos (Universidades de Pennsylvania y
Wisconsin, EE.UU) como intensivos (Universidad de
California, Davis, EE.UU). Estos servicios constituyen una
herramienta que no es exacta, dado que en algunos casos se
basan en modelos generados en otros ambientes, pero sufren
continuas mejoras y refinamientos, y sus predicciones deben
tomarse como complementarios a otros sistemas. En la
Argentina, el SINAVIMO (Sistema Nacional Argentino de
Vigilancia y Monitoreo de Plagas) concentra la información
generada por el INTA y Universidades, con el concurso de
otras entidades. La Bolsa de Cereales de Entre Ríos, a
través de su proyecto SIBER ha implementado recientemente
una red de más de veinte estaciones meteorológicas que
permiten la generación de informes y predicciones de
variables esenciales para el rendimiento de los cultivos.
Pareciera existir en este caso un campo de crecimiento
magnifico para la generación de sistemas de alarma y de
predicción.
La
provisión de conocimientos para ajustar la toma de
decisión en cuanto al tipo, oportunidad y dosis de los
productos fitosanitarios que habitualmente se utilizan para
el control de plagas, malezas y patógenos tiene múltiples
implicancias, entre ellas:
-
Las operaciones de aplicación y de logística se podrán
planificar con mayor precisión.
-
Los costos de los tratamientos fitosanitarios podrán
disminuirse (dado que se aplicarán sólo en el momento y en
el lugar oportuno).
-
El agroecosistema en su conjunto recibirá menos presión de
agroquímicos.
-
Aumentará la red de cooperación y comunicación entre los
investigadores de la Universidad, los técnicos y
eventualmente público en general, usuarios del sistema.
En
la Facultad de Ciencias Agrarias UNR se concentra la
información de un proyecto en red, iniciado hace cuatro
años y en el que participan las Estaciones Experimentales
del INTA de Gral. Villegas, Bordenave y Manfredi y la
Universidad Nacional de Río Cuarto, que permitirá
implementar a la brevedad un sistema de alertado de la
emergencia de las principales malezas. Este sistema de
alertado esta basado en el cálculo de la dinámica temporal
del contenido de agua del suelo y de su temperatura. Para
ello solo es necesario conocer la temperatura del aire, la
lluvia, la textura del suelo y el cultivo antecesor. La
acumulación de "grados termales o hidrotermales"
como variable de predicción de la emergencia a campo ya
viene siendo utilizada con éxito en Canadá, en el
medio-oeste norteamericano y en Australia. En España, el
sistema acaba de desarrollarse con éxito para el caso de
Avena sterilis, la principal maleza de los cereales. En la
Figura 2 se exhibe la función obtenida para "Pata de
Ganso" en tres sitios experimentales.
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Figura
2: Dinámica de la emergencia de plántulas de
Eleusine indica (Pata de ganso) en función de la
acumulación de grados termales en el suelo en tres
sitios experimentales. |
La
extensión de la predicción temporal a la espacial está a
un paso, si se dispone de información meteorológica más
precisa. En la Figura 3 se puede observar un mapa de la
previsión de emergencia de "Pasto cuaresma" en
cada uno de los condados del estado de Pennsylvania (EE.UU).
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Figura
3: Predicción del patrón de emergencia de Pasto
Cuaresma en el estado de Tennessee (EE.UU). |
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Draft paper. |