La gestión
de los recursos hídricos a nivel mundial se ha ubicado en
los últimos años en el centro de la atención de los
decisores políticos, científicos y planificadores. Las
problemáticas relacionadas con el uso y administración del
agua crecen de manera preocupante, desde la más elemental
provisión del recurso hasta los conflictos de carácter
bélico. A tal punto las cosas, que las Naciones Unidas ha
denominado al período 2005-2015 el Decenio Internacional
para la Acción frente al agua, como mensaje a la humanidad y
con el objetivo de erigirla como eje de tratamiento
inmediato y futuro en todos los foros mundiales.
A
continuación se mencionan algunos aspectos relevantes
relacionados con la gestión del agua, basados en datos
estadísticamente confiables, que abordan cuestiones
genéricas y algunas específicas a la agricultura, y que en
el futuro serán determinantes para la valoración de los
recursos hídricos.
Agua y civilización
A la Tierra
se le llama "Planeta Azul" debido a que el 70% del globo
está cubierto por agua. Sólo el 2,5% del agua del planeta es
agua dulce, mientras que el 97,5% son océanos. De aquel
2,5%, sólo el 0,3% está disponible en ríos, lagos y
embalses, el 30% en agua subterránea, y el resto está
congelado en glaciares, placas de hielo y zonas montañosas.
La mayoría
de las grandes civilizaciones del mundo se han desarrollado
en torno al agua. Este elemento constituyó un factor clave
no sólo para el abastecimiento de agua dulce, sino también
para la agricultura, el comercio, el transporte y los
sistemas de defensa. Civilizaciones como el Imperio romano,
la Civilización egipcia, el Imperio veneciano y la Dinastía
de los Omeyas, basaron su fundación en la facilidad de
acceso al agua, ofreciendo a sus poblaciones un medio de
supervivencia y de expansión.
La
tradición de las termas y su función social eran tan
importantes en la antigua Roma que, hacia el final de la
República (siglo I a.C.), el abastecimiento de agua y la
construcción de establecimientos termales se habían
convertido en un asunto fundamental en la vida de la ciudad.
La construcción de baños públicos de gran tamaño, bajo el
mandato de sucesivos emperadores romanos, era una manera de
impresionar a los ciudadanos con el poder y el prestigio de
sus gobernantes. Las aguas residuales se evacuaban mediante
un sistema de alcantarillado que las vertía en la Cloaca
Máxima, un antiguo arroyo que en épocas remotas
(probablemente durante el siglo VI a.C.) había sido
transformado en un canal de drenaje. Se estima que el
volumen de agua distribuida en la antigua Roma se situaba en
torno a 1 millón de m³/día. Transportada al centro de la
ciudad por acueductos, el agua alimentaba numerosas fuentes
públicas donde se habían construido depósitos recolectores
de agua. Estas fuentes abastecían a la ciudad entera para
diferentes fines: beber, lavarse, apagar incendios o
simplemente para el disfrute de los ciudadanos.
El primer
acueducto romano fue construido en el año 312 a.C. bajo el
mandato del censor Appius Claudius Caecus (oficial
público romano). Tres acueductos más fueron construidos
durante la República para permitir la distribución de agua
en el centro de la ciudad. Un rasgo característico del
Imperio romano era la conexión de las ciudades a sistemas de
abastecimiento de agua. Algunos vestigios del dominio que
ejercían los romanos a través del agua todavía pueden
apreciarse hoy en día: los acueductos de Segovia y Tarragona
en España, de Estambul y de Antioquía en Turquía, de Catania
en Sicilia y el Puente del Gard en el sur de Francia.
El agua era
esencial para la supervivencia de la ciudad de Roma. Cuando
los godos invadieron Italia en el siglo V, una de las
primeras acciones que llevaron a cabo para derrumbar las
defensas de Roma fue destruir su sistema de abastecimiento
de agua. Esta falta de agua impidió que Roma volviera a
recuperar su gloria anterior hasta el Renacimiento, época en
la que nuevos arquitectos lograron restablecer los sistemas
de abastecimiento de agua, permitiendo que la ciudad se
repoblara y comenzara un nuevo período de expansión.
En la época
de los Faraones, el Nilo fue venerado como una divinidad, e
incluso existía una oficina encargada de medir el nivel de
las crecidas con el fin de recaudar los impuestos agrícolas
correspondientes. Se consideraba que cuanto mayor era el
nivel de la crecida, más productiva era la tierra.
En el
desierto del norte de Perú, en los valles que se extienden
desde Moche a Lambayeque, la civilización Chimú, que
floreció del 750 al 1450 d.C., dependía de un sistema
mejorado de canales de riego. Cuando esta zona norteña
estaba en su auge, era la región más poblada de la costa
andina central. Los valles fluviales y los desiertos que se
extienden entre los valles, se cultivaban con ayuda de redes
de riego. Los canales eran acueductos empedrados o de
arcilla que transportaban el agua de las montañas al
desierto.
Agua en zonas urbanas y rurales
Las
características que distinguen las zonas urbanas de las
rurales son diferentes en cada país, por lo que no existe
una definición universal. La unidad de clasificación más
apropiada es el número de habitantes de la localidad en
cuestión. Sin embargo, hay que reconocer que una distinción
entre urbano y rural basada únicamente en el tamaño de la
población de las localidades no siempre ofrece una base
satisfactoria de clasificación, sobre todo en los países
altamente industrializados.
En el año
2000, 3.195 millones de personas (52,8%) en el mundo vivían
en zonas rurales. En las regiones más desarrolladas el
porcentaje de población rural ese mismo año era del 24% y en
las regiones de menor desarrollo económico del 59,6%.
Las
Naciones Unidas prevén que 3.338 millones de personas
(46,3%) habitarán en zonas rurales para el año 2015.
Un 75% de
la población más desfavorecida trabaja y vive en zonas
rurales; se estima que en 2020 este porcentaje se reducirá
al 60%, y en 2035 al 50%, a causa de la creciente
urbanización.
Los niveles
actuales de cobertura de abastecimiento de agua en el medio
rural son relativamente altos en comparación con la
cobertura de saneamiento en el mismo medio. En las zonas
rurales, este tipo de cobertura es menos de la mitad de la
de las zonas urbanas. El 80 % de las población que carece de
un saneamiento adecuado (2.000 millones personas) habita en
zonas rurales.
En África,
Asia, América Latina y el Caribe, casi 1.000 millones de
personas en zonas rurales carecen de acceso a instalaciones
mejoradas de abastecimiento de agua y saneamiento. Un tercio
de la población mundial vive en zonas con estrés hídrico,
donde el consumo supera al abastecimiento. Dentro de 25
años, es posible que la mitad de la población mundial tenga
dificultades para encontrar agua dulce en cantidades
suficientes para el consumo y el riego. Actualmente, más de
80 países, lo que representa el 40% de la población mundial,
sufre una grave escasez de agua. Las condiciones podrían
llegar a empeorar en los próximos 50 años, a medida que la
población aumente y que el calentamiento global perturbe los
regímenes de precipitaciones. Tal el problema, que
seguramente habrá conflictos de posturas entre, si se deberá
limitar el crecimiento poblacional o disminuir la producción
de alimentos.
Agua en la agricultura
De los
13.000 millones de ha de la superficie terrestre del
planeta, el 12% está cultivado y se estima que un 27% se
destina al pastoreo. De las 1.500 millones de ha de tierras
de cultivo, 277 millones son de regadío, lo que equivale al
18% de las tierras de cultivo.
En términos
de población, las tierras cultivables equivalen a un
promedio global de 0,25 ha por persona. Para satisfacer la
creciente demanda de alimentos entre 2000 y 2030, se prevé
que la producción alimentaria en los países en vías de
desarrollo deberá aumentar un 67%. A la vez, un aumento
constante de la productividad debería permitir frenar el
incremento de la utilización de agua en la agricultura en un
14%. Es oportuno entonces mencionar que producir alimentos
requiere entre 2.000 y 5.000 litros/persona/día, dependiendo
de las diferencias climáticas y dietarias así como de la
eficiencia de los sistemas locales de producción de
alimentos.
La mayor
parte del agua que se utiliza para producir alimentos u
otros cultivos proviene de la lluvia almacenada en el suelo.
A nivel global, las precipitaciones proporcionan cerca del
90% del agua utilizada para los cultivos. A pesar de que
sólo representa el 10 % del agua utilizada en la
agricultura, el riego requiere el 70 % de toda el agua dulce
destinada a consumo humano.
En 2030, la
agricultura de regadío en 93 países en vías de desarrollo
será responsable de más del 70% del aumento previsto en la
producción de cereales. En estos países, se espera que la
superficie irrigada se extienda un 20% (40 millones de ha)
hasta el 2030.
Gracias al
aumento de la intensidad de cultivo, se prevé que para
alrededor de ese año la zona de regadío cultivada aumentará
un 34%. Paralelamente, se estima que la cantidad de agua
dulce que se destinará al riego aumentará un 14 % y
alcanzará los 2.420 km³ en 2030.
La huella hídrica: ¿una medida del consumo?
La huella
hídrica de una persona o país se define como el volumen
total de agua dulce utilizada para producir los bienes y
servicios consumidos por dicha persona o país. La huella
hídrica se expresa por lo general en términos de volumen de
agua utilizada por año. Dado que no todos los bienes
consumidos en un país son producidos en el mismo, la huella
hídrica se estima por el uso doméstico de los recursos
hídricos y el uso de agua procedente del extranjero. Incluye
tanto el agua superficial como la subterránea,
contabilizando además la humedad del suelo para fines
agrícolas.
Tan sólo un
7% de la huella hídrica de China, que es de 700 m³ de agua
per cápita al año (m³/cap/año), es externa al país,
mientras que el 65% de la huella hídrica total de Japón,
1.150 m³/cap/año, es externa. Se estima que el promedio de
la huella hídrica de los Estados Unidos es de 2.480 m³/cap/año,
mientras que el promedio mundial es 1.240 m³/cap/año. El
agua virtual es el agua que "contienen" los productos. Para
producir bienes y servicios se necesita agua, el agua
utilizada para producir productos agrícolas o industriales
se denomina: agua virtual del producto. El volumen global de
flujos de agua virtual relacionado con el comercio
internacional de productos es de 1.600 km³/año. Cerca del
80% de estos flujos de agua virtual está relacionado con el
comercio de productos agrícolas, mientras que el resto de
los flujos se relacionan con el comercio de productos
industriales.
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A nivel
global, se ahorra agua al exportar productos agrícolas de
regiones con alta productividad de agua hacia regiones con
baja productividad de agua. Ello beneficia a países escasos
de este recurso, dado que el agua que no se utiliza en el
sector rural posee un efecto multiplicador de su valor para
el consumo humano.
En la
actualidad, si los países importadores produjeran
domésticamente todos los productos agrícolas, necesitarían
1.600 Km³ de agua al año, sin embargo, los países
exportadores están produciendo estos productos con sólo
1.200 km³/año, ahorrando a nivel global alrededor de 400 km³
de agua al año.
El consumo
per cápita de agua virtual contenido en la
alimentación varía según el tipo de dieta alimenticia, desde
1 m³/día para una dieta de supervivencia, hasta 2,6 m³/día
para una dieta vegetariana y más de 5 m³/día para una dieta
a base de carne.
Agua y alimentación
La
principal fuente de suministro de alimentos de la población
del mundo es la agricultura.
Los
alimentos y la agricultura son los principales consumidores
de agua. Ambos requieran aproximadamente una cantidad de
agua 100 veces superior a la que utilizamos para satisfacer
nuestras necesidades personales básicas, ya que más del 70 %
del agua extraída de ríos y acuíferos se destina al regadío.
Aunque
la producción alimentaria responde a la demanda del mercado
a precios históricamente bajos, se estima que en los países
en desarrollo 777 millones de personas no tienen acceso a
alimentos suficientes porque no disponen de medios para
comprarlos o, en el caso de los agricultores de
subsistencia, para producirlos.
La
Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la
Alimentación (FAO) prevé, como antes se dijo, una intensa
expansión neta de tierras de regadío lo que podría llegar a
significar un total de 242 millones de has en los próximos
25 años.
La FAO
estima que las extracciones de agua con fines agrícolas
aumentarán con una tasa de crecimiento anual de 0,6%, una
cifra considerablemente inferior al 1,9% observado en el
período comprendido entre 1963 y 1999.
En
promedio, únicamente el 40% del agua extraída para uso
agrícola de ríos, lagos y acuíferos, contribuye realmente a
la producción de cultivos, perdiéndose el resto por
evaporación, infiltración profunda o por el crecimiento de
malezas. Por lo tanto, se estima que, a nivel mundial, el
volumen actual de extracciones de agua para regadío asciende
a 2.000-2.500 km³/año.
Una
estimación aproximada de las necesidades mundiales de agua
para la producción de alimentos puede basarse en el volumen
medio de agua que se precisa para producir la cantidad de
alimentos necesaria para una persona.
Aquí se
tiene en cuenta la producción y su comercialización. Sólo
como ejemplo es posible mencionar que la producción de 1
litro de leche requiere 1.000 litros de agua, esto es,
contemplando todo la cadena del proceso productivo, desde la
precipitación a la disposición en la góndola del
supermercado. También puede mencionarse que para producir un
kilo de maíz o soja se consumen alrededor de 1.100 a 1.300
litros de agua, respectivamente.
Dependiendo de la composición de los alimentos y teniendo en
cuenta las pérdidas posteriores a la cosecha, para producir
el promedio actual de consumo de alimentos de 2.800
cal/persona/día se necesitan unos 1.000 m³/año de agua. Por
lo tanto, con una población mundial de 6.000 millones de
personas, se requieren alrededor de 6.000 km³ de agua para
producir los alimentos necesarios.
Tal ha sido
la descripción hasta aquí realizada, que resulta conveniente
recordar que en relación a la cantidad y calidad de las
fuentes de agua, la Argentina posee una situación quizás no
lo suficientemente valorada por sus habitantes, menos por
sus dirigentes, pero sin duda sí por el concierto
internacional (sitio 43 de 180 países y 13 de 120 países,
respectivamente, Programa de Evaluación de Recursos
Hídricos de Kyoto, 2003). Esta condición nos ubica en un
sitio de privilegio, y a la vez de peligro, dado que
resulta, como se mencionó, en un recurso estratégico para la
supervivencia y desarrollo del hombre, en un escenario
futuro de mayor escasez relativa.
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