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Aunque se reconoce una multiplicidad de
causas por las cuales se producen las inundaciones, que van
desde el conocido cambio en el uso del territorio hasta la más
elemental falta de previsión en el manejo de las cuencas,
surgen interrogantes respecto a cómo afectan los recursos
productivos de la región estos eventos, y en el sector rural,
más específicamente, al suelo.
La degradación del principal recurso
natural que sostiene la producción agropecuaria nacional es un
proceso de larga data, basado principalmente en la aplicación
de tecnologías de uso y manejo inadecuadas, sin respetar la
lógica armonización entre estas y la calidad de los suelos. Si
bien existieron y existen esfuerzos para revertirla, con
logros y avances reconocidos, las inundaciones colocan
abruptamente al suelo en el centro de la escena, surgiendo
entonces las preguntas ineludibles: ¿qué parte se daña más?,
¿cuales prácticas de manejo son las adecuadas para
recuperarlo?, ¿cuánto demora un suelo en retornar a la
producción?.
Es importante establecer que los suelos
presentes en una región poseen características e historias
diferentes, y cuando una masa de agua, de habitualmente mala
calidad y espesor variable, se detiene sobre ellos un tiempo
determinado, dispara alteraciones que en casos van desde las
irreversibles hasta las recuperables.
Debe comprenderse que en un suelo
inundado durante días o meses, el aire es reemplazado por el
agua evitando toda posibilidad de provisión de oxígeno,
afectado a la actividad biológica, a las plantas y al mismo
suelo. Respecto a esto último, si el agua no tiene demasiadas
sales, la descomposición incompleta de los residuos orgánicos
y el lavado de nutrientes en profundidad, lo vuelven más
ácido. En el caso de que el agua sí contenga muchas sales, el
suelo quedará impregnado de ellas, generando otro problema: la
salinización. Esta nueva condición puede agravarse además, si
hay comunicación con una napa freática salina. Cuando se
retira el agua y comienza la evaporación, si se acumularon
sales en superficie quedan "manchones" de color blanco, si en
cambio es el sodio el que se deposita, el color tiende a ser
negro, indicador de una situación más perjudicial, dado que
restringe el crecimiento de las plantas y se altera
severamente las propiedades del suelo. Todas estas
modificaciones producen también, importantes pérdidas de
fertilidad.
Principalmente en el caso del ingreso
del agua al suelo, son arrastradas partículas como limo y
arcilla que se ubican en capas o láminas a profundidades
variables, estableciendo dentro del mismo ambientes diferentes
al original. En la superficie, como consecuencia de la muerte
y arrastre de la cubierta vegetal y posterior evaporación del
agua, se forman costras gruesas y duras que impiden o
disminuyen el intercambio de aire y agua.
Así entonces, frente a estas
limitaciones surgidas después de haber favorecido el drenaje
superficial del agua y el abatimiento de las napas freáticas,
deben iniciarse las acciones tendientes a revertirlas. Antes
de iniciar cualquier acción, es necesario efectuar un
diagnóstico de la situación para la posterior toma de
decisiones, considerando:
1. Homogeneidad de la humedad
superficial: es importante recorrer el área afectada y
determinar la presencia de depresiones anegadas, tamaño,
ubicación y cómo se desempeñaran frente a próximas
precipitaciones abundantes. Además debe examinarse la
superficie con el objetivo de advertir la presencia de
sedimentos y de una capa mucilaginosa que sella el suelo,
formada generalmente por limo, materia orgánica mal
descompuesta, algas y hongos.
2. Profundidad a la napa: conviene
realizar un pozo hasta la napa a fines de determinar la
profundidad a la que se encuentra. De acuerdo a la pendiente
del lote pueden dejarse abiertos pozos como estos, desde la
parte más altas a las más bajas, para analizar la evolución de
la napa en el tiempo.
3. El estado físico y químico del suelo:
es imprescindible la extracción de muestras de diferentes
espesores a efectos de conocer la estabilidad de la
estructura, el contenido de materia orgánica, tipo y cantidad
de nutrientes, y la presencia de sales y sodio.
4. Características de la vegetación: la
vegetación siempre es una indicadora de la condición que
habita, la variedad y cantidad de especies permitirá hacer
inferencias sobre el estado del suelo, desde su compactación
hasta la salinidad o sodicidad.
Tras el diagnóstico, deben organizarse
las tareas de recuperación de aquellas cualidades perdidas
postinundación. En general, y destacando que cada situación
exige de un análisis de detalle, las prácticas aconsejables
son varias, pero indefectiblemente todas ellas, o la mayoría,
deben girar en torno a la generación de cobertura del suelo.
Un suelo cubierto con cobertura vegetal
viva posee una interferencia con la atmósfera, siendo una capa
amortiguadora del movimiento del agua ascendente desde napas o
capas saturadas. Por lo tanto, debe procurarse conseguir este
objetivo rápidamente, evitando eflorescencias salinas y
alcalinas, además de impedir por acción de las lluvias la
compactación de la superficie, con seguridad degradada
físicamente.
Si el planteo productivo del
establecimiento contemplaba antes de la inundación la
ganadería, es posible recurrir a la implantación e
intersiembra de pasturas. Cualquier intención de ingresar
animales en los lotes inundados debe considerar el alto riesgo
de compactación por pisoteo en condiciones de elevada humedad.
Esta decisión habitualmente no se compadece con la urgencia de
poner en producción los lotes afectados, pero definitivamente
se transforma en una acción perjudicial para los suelos y las
pasturas. Si se decide el pastoreo, conviene seleccionar
sectores de encierre y destinar mayor superficie, evitando la
alta carga y el sobrepastoreo.
Para la intersiembra y la siembra de
pasturas tienen que seleccionarse especies de crecimiento
rápido y vigoroso, de manera de generar u optimizar
rápidamente un tapiz vegetal que cubra la superficie y
produzca alta cantidad de forraje. En los casos que las
situaciones sean salinas o alcalinas, es imprescindible optar
por especies tolerantes o resistentes a las condiciones
detectadas a través de los análisis químicos.
La implantación sobre rastrojo evita la
remoción y conserva la cobertura, el tratamiento con
herbicidas previo a la siembra de la pastura asegura un
período inicial limpio de malezas propias del lote, o de
semillas que hayan sido arrastradas por el agua.
Un perfil cultural es un pozo de
alrededor de 40 cm que permite reconocer características del
suelo que no surgen claramente de los análisis de laboratorio,
es una muy buena herramienta para aplicar en estas
situaciones, dado que a través de ella se identifican rasgos
físicos y mecánicos del suelo. Por ejemplo, se detectan
compactaciones que deben ser removidas por labranzas. Buscando
las mejores condiciones posibles, con herramientas de corte
vertical (cincel, escarificador, etc) se las puede fisurar y
posibilitar una mejor aireación, infiltración y exploración de
las raíces de pasturas o eventualmente cultivos.
En relación a estos últimos, el
diagnóstico cultural y analítico de suelo, la rotación
seleccionada y el perfil de la empresa, determinaran cuales y
cuanta superficie de cada uno de ellos se sembrará. Todo
intento de ingresar en agricultura necesita de una
recuperación de las propiedades perdidas, así primero
convendría instalar una pastura y posteriormente comenzar con
cultivos de leguminosa como la soja. Esta posibilidad quedará
sujeta a las condiciones de salinidad o alcalinidad presente.
La fertilización balanceada es otra
estrategia de producción sumamente importante en estas
situaciones, de la valoración técnica de la fertilidad actual
y del potencial uso de los nutrientes por parte de forrajeras
y cultivos, surgirá la determinación de los fertilizantes y
sus dosis. Considerando que nutrientes muy móviles como
nitrógeno y azufre fueron arrastrados en profundidad por el
agua, y que la prolongada condición de falta de aireación del
suelo afectó a la actividad de los microorganismos que
intervienen en la producción de nutrientes a partir de la
materia orgánica, conviene recurrir a la asistencia de
fertilizantes de rápida entrega de los elementos químicos
necesarios, hasta tanto se restaure la actividad biológica.
Tal como se planteo, la fertilización debe vincularse con la
demanda en tiempo y forma, agregar más fertilizante del
necesario podría incorporarse a las napas generando un
potencial problema de contaminación. Respecto al fósforo,
tanto la acidez provocada por la falta de aireación como la
salinidad o alcalinidad, pueden reducir la disponibilidad de
este nutriente, de allí la importancia de conocer el pH antes
de decidir su aplicación.
Difícilmente pueda decirse con exactitud
el tiempo que demandará la recuperación del suelo que estuvo
inundado, son muchos los factores que intervienen en la
valoración de la situación. El reconocimiento de los procesos
que ocurren durante y después del evento inundación, y las
posibilidades de respuestas de algunas prácticas agronómicas,
contribuirán a una mayor certidumbre en las decisiones del
productor agropecuario.
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